Génesis

Veo tu cuerpo a veces lejano, a veces tan cerca que puedes sentir el ritmo de tus latidos, puedo tocarlo, asirlo, como el juego del gato y el ratón nos escondemos el uno al otro, quizá nos hicimos daño, pero nunca fue la intención.

Amenizamos nuestras noches con alcohol y sexo, del bueno, del que no es necesario preguntar si te ha gustado. Testigo de eso es ese cigarrillo después del acto, nuestro ritual pagano, nuestra forma de agradecer al universo estar vivos, encerrados en esa habitación de hotel. El resto del mundo era sólo un decorado de nuestra particular puesta en escena.

Incluso el breve tiempo que nos separamos buscábamos en las otras parejas nuestro reflejo, las semejanzas, las muchas diferencias y aún más las deficiencias que tenían con respecto a nosotros. Era como estar acostumbrado a beber un buen vino y luego sólo probar refrescos de soda sin gas. Dejaban un sabor amargo en la piel y la nostalgia de dormir a tu lado.

Nos alejamos, juramos no volver a vernos pero las promesas son cosas vacías, que no obedecen a la ley de la naturaleza humana, y así nos encontramos de nuevo, como si nada hubiera pasado, como si los meses sin ti hubieran sido un largo sueño, que no quiero volver a tener, quiero un café mágico que me mantenga despierto, aquí me tienes con mis vicios y perversiones, con mi rara forma de ver al mundo, con mis ojos que sólo son tuyos. Yo, tu pecador, porque santo no soy.