Pizza y bohemia

Quién diría que una cena juntos evocaría tantos recuerdos y proyectos, que nos haría suspirar en silencio, porque sí, el acto de comer, de alimentar al cuerpo es uno meramente sexual, se trata de paladear, de saborear, de disfrutar, de gozar con cada bocado, de los olores, de las texturas, del calor.

Estar contigo se me antoja un paraíso, una cerveza juntos, una película de autor, tomados de la mano en silencio, unas cervezas en un tugurio de gente interesante, un cigarrillo compartido antes de despedirnos. Como si fuera un álbum, atesoro cada de esos momentos con mucho cariño.

Añoro cada ocasión en que somos una pareja, juntos, unidos, sin que nada más importe. Tanto inocentemente como ese beso del hasta luego, hasta lo más perverso como cuando compartimos a solas en nuestra anónima habitación. Días de cerveza y pizza, amor y bohemia, mi dulce Penélope.

Al final siempre somos dos

Es muy temprano para irnos,
muy tarde para quedarnos,
estas sombras que no somos nosotros,
sólo marionetas de esta comparsa de otros,
que al final escapan cortando sus hilos,
huyendo a su destino juntos.
Sedientos de esa cerveza, nos ahogaremos a besos;
haremos que nazca un río con nuestro sudor,
que alimente la ciudad olvidada;
hasta que por la ventana aparezca el sol
y que todo haya cambiado para siempre,
porque hay cosas que no pueden ser casualidad.
Nuestras bocas se unirán de nuevo en un beso
máquina increíble que contará nuestra historia
sin pausas, sin miedo;
yo sé que nuestras sonrisas prevalecerán
estos latidos del corazón no pueden equivocarse,
no, nunca lo han hecho;
al final siempre somos dos.